Se puede ser muy feliz sin exigir a los demás que estén de acuerdo con uno.
Johann W. Goethe (poeta, novelista y dramaturgo alemán)

Hace un par de días leí el nuevo post en un blog al que soy asidua. Habla de un inmigrante y de su situación casi desesperada, y de la actitud de esta persona. Me hizo llorar un rato. 

No lo puedo evitar; soy de las que piensan que podría existir un mundo mejor, y que si todos aportasemos nuestro granito de arena, nuestra vida y la vida de los demás mejoraría. El problema es el de siempre: que los humanos estamos más preocupados en miramos el ombligo y en conseguir todas las cosas materiales posibles; si al de al lado no le va bien, que se aguante…

Y me hizo recordar una anécdota que me pasó a mí con un recién llegado. Fué hace 8 o 9 años… no lo sé con exactitud. Recuerdo que era mi época de estudiante universitaria, y que llevaba días estudiando para los exámenes, casi sin salir de casa. Una tarde me aventuré a bajar porque necesitaba algo (quien sabe, a lo mejor una chocolatina y un poco de aire fresco) y volviendo a casa me encontré a un chico negro que buscaba una dirección en el barrio. En aquel entonces, era mucho más raro ver a alguién de otra raza por mi pueblo; y el chico me preguntó por el sitio que buscaba… en inglés. Yo conocía la calle, pero no el lugar exacto, e intenté explicarle con mi inglés oxidado dónde estaba aquel sitio. Como llevaba un pequeño mapa, lo situé y le dije cómo llegar.

El pobre chico no sabía cómo darme las gracias. Me quería invitar a un café, quedar un rato y hablar… y además me corregía el inglés, porque venía a ser profesor en una escuela de idiomas. Yo tuve la sensación de que ya había preguntado y lo habían mareado tanto que se sintió agradecido de que alguien lo tratase bien. Desgraciadamente, yo tenía que estudiar (mucho, muchísimo) así que me despedí de él sin que me pudiera invitar a ese café.  

Él acababa de llegar, y a mi (demasiado jovencita) me dió miedo de darle mi teléfono. Siempre me he preguntado cómo le habrá ido, si encontró alojamiento, y si le fué bien como profesor. Nunca lo volví a ver.

En casa nunca he visto muestras de discriminar a una persona por ser diferente (en el aspecto, en la cultura, …) y me cuesta mucho entender cómo alguien puede tratar mal a otra persona sólo por el color de su piel. Siempre he sido rara… y siempre lo seré.